20/8/2017 Campiello - Berducedo



Hoy se madruga, qué miedo, la etapa de Hospitales: veinitantos kilómetros sin nada más que naturaleza. Se nota el peso en la mochila, digamos que 3 Kg más entre agua, fruta y resto de comida.


En las primeras cuestas voy a paso de tortuga, mejor así que rápido y sudando, que a la larga te hace necesitar más líquido.

Salgo solo y así gran parte del día, salpicado por algunos minutos compartiendo conversación casual y amable con otros peregrinos.


El ambiente aquí es especial, me recuerda al de los primeros caminos. Recupero sensaciones ya olvidadas.


Es común que muchos se hayan desviado del Camino del Norte para coger este. Resumiendo, es menos turístico.



La familia de Onteniente, con Marc de 12 años, el más joven del camino, un campeón. A la derecha, Miguel, el único gallego

Mientras andaba por la cuerda de la montaña con verdes y azules intensos, el viento ponía el sonido, difícil de fotografiar, y era el que le daba carácter a ese tramo.

Justin, de Liverpool


Esta es la única charca que vi donde los caballos pueden beber

Colette y Joâo, mejicana y portugués. Se conocieron en el Camino hace tres años.


Bajando al puerto del Palo, una de esas escenas mágicas del Camino. Quiero ver a lo lejos, en medio de la nada, un par de peregrinos al lado de una mesa con mantel. Para evitar llevarme un chasco intento racionalizar y convencerme de que es una interpretación a medida de mis necesidades, así que ese picnic tiene que ser otra cosa. Conforme me acerco, de vez en cuando miro y sigo haciendo el esfuerzo mental. Cuando ya está todo claro, solo puedo reirme de mí mismo. No era un espejismo. Miguel se sube todos los días con bebidas, música de Sabina y la guitarra al puerto del Palo, para que los peregrinos podamos recuperarnos del paseo y coger provisiones los que andemos justos.

Miguel y Carmelo, canario, nos vimos por primera vez saliendo del albergue de Bodenaya

Después de esto, aprieta el calor, se nota el esfuerzo, las piedras en el camino, bajadas y subidas duras, y el paisaje ha perdido todo interés.

Otro rato de crisis que soluciono tomando descanso bajo una sombra. Luego coincido con Joanna para hacer los últimos y duros kilómetros que es cuando la cabeza te traiciona. Ella pensaba que se había perdido, y yo que podíamos estar los dos perdidos.

Encontramos albergue de milagro. Fastidia ver cómo otros que han llegado después no tienen plaza y, en el peor de los casos, los que vienen de Tineo por Hospitales, con 40 Km en las piernas tienen que hacerse otros 5 para ver si los cogen en Las Mesas. Esto no está bien.

Pilar, de Medina del Campo, y su grupo, que venían desde Tineo
Tomo cerveza con unos, charlo con los de más allá y me falta tiempo para ver el partido con los madrileños. Mañana toca homenaje de despedida.

Cena elegante, tres camisas blancas en el Camino. Ellos,  franceses

Joanna de Polonia tomando las notas del día

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