Hoy ya no camino. Autobús a Lugo y de ahí a Madrid.
En la primera parte, en una parada, me vuelvo a encontrar a un montón de amigos que están descansando, qué alegría, bajo un momento para saludarlos.
Teta, de Onteniente, me cuenta su tendinitis y lo difícil que ha sido este año para su familia, pero también lo bien que se llevan.
Las últimas botas en el albergue |
Ornella, de Italia, amor y abrazos |
Ya no soy peregrino, soy un mochilero más en la estación, con cara de casado, cojeo menos que otros. Ya no hago fotos. Como otros, ando de acá para allá esperando que salga el bus.
¿Qué queda?. Simplemente caminando se cambian los propósitos iniciales por las necesidades. Sentirse escuchado, escuchar, hablar, compartir, reir. Demostrar tu fuerza, aprender a recuperarte y a controlar los problemas. Asumir que somos frágiles. Ver que la fuerza, en el fondo, está en la mente. Darse cuenta de lo fácil que puede ser ayudar.
Ya de camino a Madrid, después de alguna cabezada con ronquido incluido, rompo el hielo con la chica que tengo al lado. Charlamos, le cuento mil batallas, ella me dice que el año que viene quiere hacer un tramo más largo.
Tess, de EEUU |
Ya empiezo el próximo Camino.
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